Llevo años
observando una de las tantas cosas, que nosotros, como sociedad nos “echamos
piedras en nuestro tejado”, aparte de las inverosimilitudes
que hacemos cada día más, que nos perjudica cada vez más, me doy cuenta que nosotros como humanos nos ponemos traspiés para poder tropezar y caernos de plano. Os cuento.
Empecé a
trabajar a los 16 años, ya que lo que daban en el instituto, no me llamaba la
atención a excepción de algunas materias que si me encantaban y ya que no servía
supuestamente para estudiar, pues a trabajar.
En mi primer
trabajo que fue en una multinacional, estuve 1 año y conocí a mucha gente de
todo tipo, aprendí lo que en un instituto no te enseñan, me costó bastante pero
aunque mi contrato duraba un solo año, trate de aprovecharlo lo más posible en
muchos aspectos.
Al tiempo de
comenzar esa nueva etapa de mi vida, me percaté de que la mayoría de las
personas que trabajaban en mi empresa eran más o menos de mi edad, no había
personal mayor de 45 o 50 años, lo comente a la hora del café con algunos de
mis compañeros de trabajo y las respuestas que me dieron, no me dejo perpleja
pero si un poco pensativa, para estas “personas” el tener ya 45 años o más, era
como irse directamente a la tumba, según ellos tenían que dejar paso a los
jóvenes que sabían más porque supuestamente habían estudiado más y tenían un
concepto de la vida más moderno y actual y no como esos “vejestorios” que ya
eran casi de la edad del cuaternario.
Aquello lo
recuerdo aun después de tantos años, porque a medida que he trabajado en otros
sitios, este problema siguió y sigue existiendo, después de cierta edad parece
que no servimos para nada, ya no nos toman como un empleado o trabajador que aún
tenemos mucho que dar, tenemos experiencia, conocimiento, aprendemos aun con facilidad
ciertos temas, tenemos responsabilidad y tantas cosas que podemos ofrecer aún.
La vida es
muy curiosa, escribo este post, porque hace unos días me encontré con algunas
de aquellas “personas”, nos alegró mucho vernos después de tantos años y
comentamos una variedad de anécdotas de aquella época y por supuesto como yo ya
no me quedo callada (desde hace años) comente aquel episodio de nuestra
juventud laboral y todos se quejaron de como tenían su situación laboral actual,
algunos estaban como yo en el paro y no conseguían empleo precisamente por la
edad, otros, que si trabajaban, le hacían la vida imposible para que se fueran
de la empresa en la que estaban por la edad, creo que ya no opinaban como aquel
entonces, a lo mejor ya se sentían que eran de la edad del cuaternario o
“vejestorios”.
Es gracioso,
según como se mire, el tiempo pasa por todos y no solo hace mella en nosotros
físicamente, sino en nuestro interior, creo que es una de las maneras que tiene la vida para enseñarnos que todos tenemos etapas según nuestras edades y no
hay que menospreciar ninguna de ellas ya que posiblemente pasaremos por todas.